Ojos ancianos, espíritu joven
Ojos ancianos,
espíritu joven
¿Que nos
impulsa a recordar tanto? ¿Será la necesidad de no olvidar? ¿O será que nuestro
espíritu jamás envejece?
Día a día me
siento a desayunar y almorzar con la misma persona una y otra vez, y he visto
como sus ojos envejecen con el correr del tiempo, mientras que su espíritu
sigue joven como antes. Muchas veces me cuenta la misma historia, pero en cada
relato, por mas que sea el mismo, veo como sus ojos se llenan de vida y de
anhelo por aquello que alguna vez fue.
Me doy
cuenta de que nos decimos ¡no llegaremos a esa etapa!, pero la verdad es que
algunos llegarán y otros quedarán en el camino. La ley de la vida lo dicta de
esa manera.
Un día le
llego una carta del trabajo a un hombre, esta carta contenía algo que muchos
quisieran tener. Había recibido formalmente su jubilación. La reacción que
esperaba que tuviera era de alegría y expresión de “al fin dejaré de trabajar”
pero su rostro solo reflejó dolor y tristeza a tal punto que se refugió en su
habitación y no salió ni a cenar. Jamás esperé tanto desconsuelo de esta
persona, que por un mensaje que debería de ser de disfrute, lo tomó con mucho
dolor.
Como todas
las mañanas se levantó y se preparó y solo se quedo en el comedor sentado
viendo el amanecer. No sabíamos como reaccionar ni tampoco que decirle, la
verdad estábamos muy desconcertados. Su orgullo le impedía demostrarnos su
dolor para que nosotros pudiéramos acompañarlo, siempre fue un hombre
auto-suficiente y enérgico. AL final asistimos a la fiesta de su despedida ya
que era el invitado de honor por sus cincuenta años de servicio.
En su vejes
me contó que empezó trabajando de conserje, solo limpiaba los pisos y los
baños. Y al final de su carrera era encargado de iluminar toda una cuidad y
parte de otras. Su ímpetu y energía no tenían límites. Al ver que no tenía que
hacer, se formó de una nueva rutina. Arreglaba todo de su casa y salía a
caminar todas las mañanas temprano con su típico pantalón de vestir color gris,
camisa a cuadros celeste y su campera haciendo juego, también de color gris.
Cuando se vio en la tarea de criar otra vez a un niño de siete años, se dio
cuenta que tenía que reformarse el mismo y en el proceso pudo apreciar que la
vida es más que solo un trabajo y rutinas.
Un hombre
muy sabio me dijo un día: “el saber no ocupa lugar, ven y aprende algo útil”.
Esas palabras las sigo aplicando hasta hoy día. Me enseño todo cuanto sabia,
desde como se prende un foco hasta como arreglar un ventilador. Para mi era un
juego y lo disfrutaba mucho.
Hoy me
siento día a día a desayunar y almorzar con una persona que tienen los ojos
ancianos, pero su espíritu siempre esta joven y dispuesto a contar anécdotas e
historias. Se que a veces son las mismas, pero ¿no llegaremos algún día de la
misma manera? Yo creo que sí.
Muy linda lectura y excelente reflexión. Sin palabras...
ResponderBorrarQuizas si o tal vez no lleguemos.....Entonces vivamos y disfrutemos así contaremos miles de historias!!!!
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