Un soldado herido por “Cristhian Morales Garcia”

Un soldado herido por “Cristhian Morales Garcia”

He librado grandes batallas en mi vida, y casi todas las he ganado. He visto como mis compañeros cayeron y no se volvieron a levantar, pero uno debe seguir luchando sin cesar.
Desde niño me enseñaron el arte de la guerra y de como supuestamente lograr ganar mis batallas, y la verdad, muchos de esos consejos me han servido y otras enseñanzas las he aprendido viendo los errores y aciertos de los demás. En mi joven necedad llegue a pensar que las batallas algún día se terminarían y viviría feliz en mi hogar. Pero la realidad siempre golpea duro.
Un día en plena batalla caí al suelo herido, un corte en mi muslo derecho me hizo arrodillar. Ante tal humillación me levante de nuevo para vencer a mi enemigo, pero él conocía todos mis movimientos y estrategias, parecía inmutable ante mis ataques. ¿Cómo vencería a alguien así? Cojeando levante mi espada de nuevo y arremetí contra él con todas mis fuerzas, todo fue en vano. Esquivaba todos mis ataques. Luego mi enemigo destruyo mi espada en mil pedazos y a mi escudo lo partió por la mitad dejándome sin defensas. La impotencia y la frustración inundaban mi corazón, ya estaba totalmente a su merced tirado en el suelo. Él solo se reía y se burlaba de mi situación. No podía siquiera levantar la cabeza para mirarlo a los ojos, ya no tenía fuerzas ni energía para seguir. Pasaban por mi mente y mi corazón todas mis vivencias. Podía ver los ojos de aquellos que alguna vez fueron mis mentores. Aún recuerdo que uno de ellos, un viejo lleno de cicatrices me dijo un día “levanta la cabeza con orgullo, sabiendo que diste lo mejor”. Ese viejo era mi abuelo, un guerrero como ningún otro. Un día un enemigo muy poderoso le dio tres puñaladas al corazón directamente, pero mi abuelo las resistió, se recuperó y siguió luchando, parecía que jamás caería en una batalla.
Mientras recordaba eso, me puse a llorar. Nunca había enfrentado un enemigo tan fuerte y hábil, pensé que seria el fin de mi existencia en se campo de batalla interminable. Pero una voz dentro mío decía, “sigue un poco más” y con mis ultimas fuerzas mire las botas de mi enemigo. De manera inesperada, empezó a retroceder y de pronto unos pies totalmente desnudos se pusieron frente de mis ojos. Mi asombro mi hizo paralizar, porque pensaba ¿Cómo una persona sin armadura puede enfrentar a semejante rival? De un solo empujón lo derribo. Luego me levanto y me curo todas las heridas, y de manera sorpresiva me abrazo y dijo: “yo siempre estoy contigo, yo soy tu nueva espada y tus nuevas fuerzas, yo siempre te cuidare, jamás te rindas, sigue luchando alegre sabiendo que yo estoy a tu lado”. Un resplandor muy intenso hizo que esta persona desapareciera. Yo tenia una espada nueva y muy reluciente, también tenia una armadura mas dura que antes y brillante como el sol.
Mi enemigo en su ira corrió pronto para destruirme, pero su espada no pudo siquiera resistir la dureza de mi armadura rompiéndose totalmente. Con mi espada desenvainada arremetí contra él y su casco se rompió. Mi enemigo más duro el más fuerte e inmutable ero yo mismo.
Todos somos guerreros en campo de batalla que es el mundo, muchas veces ganamos y otras perdemos en el intento de ganar. Aprendemos de nuestros padres y seres queridos como vivir la vida o como digo yo, a saber librar una batalla día a día. Llegamos a un punto en donde no podemos avanzar y nos sentimos totalmente abatidos y frustrados, y también creemos que solo nos queda esperar el fin. Pero en el momento mas triste y duro de nuestras vidas, un gran Rey se hace presente y te dota de una armadura impenetrable y la espada mas filosa del mundo.
Cuando sientas que estas por rendirte y perder la batalla, recuerda que este gran Rey curará tus heridas, incluso las mas profundas. Y en su amor te dirá lo que alguna vez escuché “yo siempre estuve con vos en tus batallas, aun en tus momentos más duros también estuve allí, jamás estuviste solo y nunca estarás solo”


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